Aunque sea extraño mezclar aquí la letra de una canción de Extremoduro, la sensación que nos invade a muchos es la que describía la canción. Benedetti, ahora Delibes, se nos van estrellitas que hacían este mundo un poquito menos feo.
Como muchos mi acercamiento a Delibes fue con «El Camino», lectura obligatoria para aquellos que hicimos el famoso B.U.P. Aparte de escritor de muchas novelas, también fue periodista y articulista. Además de cazador, una de sus mayores aficiones.
Recuerdo un artículo de Delibes hablando de los cazadores y que eran los primeros conservacionistas. Aquel concepto me parecía extraño. Años después descubrí que Félix Rodríguez de la Fuente, uno de los padres del conservacionismo en España, también era cazador. Luego a través de amigos y de mi hermano uno descubre que la realidad es muy diferente de lo que uno creía y que la caza es una parte muy importante de la conservación de muchos de los animales singulares que pueblan nuestros bosques, entre ellos el lobo. La caza controlada (y pagada) ha supuesto una contribución muy importante al desarrollo de las comunidades a las que se les ha podido ayudar económicamente para evitar lo que se hacía antes: batidas para exterminar lo que antes se llamaban «alimañas».
Todo esto bien lo sabía Delibes y lo ha transmitido a sus hijos. No es casualidad que varios de sus hijos hayan terminado siendo biólogos.
Es una lástima que se nos vaya un escritor que dibujaba con ternura e ironía en sus novelas esa Castilla que vivieron nuestros abuelos, esos pueblos que están desapareciendo. Pero es una mayor pena que se nos haya ido uno de los mayores defensores del entorno rural, de la naturaleza y de una persona combativa desde su época como director en el Norte de Castilla de un modelo de sociedad que ha provocado un despoblamiento de nuestro país. Porque en contra de lo que muchos se piensan, los servicios no se quitan porque ya no hay gente, sino la gente se va porque les quitan los servicios.